En los últimos 10 años los profesionales del agro del Perú nos hemos enfrentado a sucesivos eventos climáticos anómalos. Los más terribles evidentemente han sido los que han incorporado más calor al sistema, desde Fenómenos del Niño, con diferentes grados de severidad, hasta anomalías cálidas temporales.

A pesar de que podemos pensar que los efectos del calor excesivo pueden ser similares, esto depende mucho del momento de ocurrencia que redunda en los fenómenos atmosféricos temporales, de si los incrementos más marcados son diurnos o nocturnos y lógicamente del estado fenológico de los cultivos.

En la experiencia acumulada, podemos diferenciar dos tipos de grandes efectos según el momento de ocurrencia de la anomalía cálida. Si la anomalía sucede entre noviembre y marzo, coincidirá con el periodo de lluvias en la costa y sierra del Perú, es así como los efectos derivan en mayores precipitaciones, y si se trata de Fenómenos del Niño como el sucedido en el verano de 2017, las diferencias pueden ser 10 veces las normales. El súbito incremento de las lluvias y caudales de los ríos genera muchos daños en la infraestructura.

Foto. Daños a la infraestructura vial en la provincia de Virú, La Libertad, Perú (marzo 2017).
Foto. Daños a la infraestructura vial en la provincia de Virú, La Libertad, Perú (marzo 2017).

Si la anomalía sucede entre abril y septiembre, ya no existe coincidencia con los periodos de lluvia y por lo tanto el calor acumulado se manifiesta en aumentos drásticos de la temperatura, sobre todo en las noches, de los otoños e inviernos australes. Los grandes efectos de las anomalías de este tipo están más relacionados a los daños en cultivos con floración primaveral, como por ejemplo la palta sembrada en la costa. En concreto, se afecta mucho la calidad de la floración y la siguiente temporada ve reducciones importantes en la productividad.

En este último caso, mencionamos que los incrementos de temperatura son más marcados en la noche; es decir, que la anomalía cálida es mayor en las mínimas que en las máximas. Esto es muy importante en cuanto a la dinámica de la fisiología de los cultivos. Cuando la temperatura mínima es mayor que lo normal, se activa el proceso de fotorrespiración, que es un fenómeno en el cual la enzima que fija el carbono en el ciclo de Calvin (Rubisco), fija O2 en lugar del CO2, lo que significa un desperdicio de energía previamente reservada para generar ese oxígeno, con la consecuencia de una menor productividad de los cultivos, mayormente en los del tipo C3. Esto probablemente, ocurre en los momentos del día en los cuales aún hay luz y la temperatura debería bajar, pero no lo hace al ritmo normal. Por otro lado, cuando la anomalía cálida fomenta que la temperatura máxima se dispare, se incrementa la tasa de transpiración, provocando el cierre estomático y la consecuente marchitez temporal de las plantas. Normalmente, esto redunda en estrés térmico, pero no involucra un desgaste significativo de las reservas sino en la generación de nuevos carbohidratos a diferencia de la anomalía sobre las mínimas. Nótese en los siguientes gráficos distintas anomalías cálidas sucedidas en la última década en donde se muestran la temperatura máxima y mínima promedio semanal en la provincia de Virú: 2014-2015 (amarillo), 2015-2016 (azul) y 2016-2017 (verde), esta última terminando en un Fenómeno del Niño en el verano de 2017. La anomalía del 2016-2017 estuvo marcada por mayor temperatura máxima en la temporada de verano en la misma campaña productiva; mientras que las otras dos anomalías tuvieron efectos sobre la temperatura mínima en el otoño previo a cada campaña productiva. Nótese la temperatura máxima de enero de 2017 (verde) y las mínimas de mayo del 2015 (amarillo) y 2016 (azul), respecto a la normal (línea negra punteada).

Temperatura máxima y mínima promedio semanal durante las temporadas 2014-2015 (amarillo), 2015-2016 (azul) y 2016-2017 (verde) en la provincia de Virú, La Libertad, Perú.
Gráfico. Temperatura máxima y mínima promedio semanal durante las temporadas 2014-2015 (amarillo), 2015-2016 (azul) y 2016-2017 (verde) en la provincia de Virú, La Libertad, Perú.

Finalmente, todo lo expuesto hasta ahora tiene que referenciarse a los estados fenológicos que suceden en los momentos anómalos. Haciendo un análisis del cultivo del palto en la costa norte peruana, tenemos que si la anomalía sucede en el verano coincidirá con el cuajado, desarrollo y maduración de fruta. Mientras más temprano suceda, los efectos estarán vinculados a la caída de fruta por déficit hídrico y mientras más tarde en el verano, los efectos estarán relacionados con la generación de fruta con madurez rápida de la cáscara y retraso en la acumulación de la materia seca, este tipo de defecto se conoce localmente como “fruta pintona”. Los efectos mencionados repercuten en la productividad de la campaña en curso.

Si la anomalía sucede en el otoño, coincidirá con la cosecha y con la incipiente inducción floral de la temporada siguiente. Los efectos sobre la campaña en curso son mínimos (quizás un aumento de la fruta pintona); sin embargo, la disminución de las reservas por las excesivas tasas de fotorrespiración, son catastróficos para la floración de la siguiente campaña.

En términos de productividad la temporada 2017 finalizó con una cosecha de alrededor de 19 a 20 t/ha, mientras que las temporadas 2015 y 2016, alcanzaron un valor 80% menor. Si me dan a elegir, prefiero una anomalía en verano que en otoño.

Autor: Luis Jose Montgomery

Fuente: Apuntes de la Maestría de Horticultura Protegida. Universidad de Almería (España).

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